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LA PALABRA CADA DÍA
XXXI Semana. Tiempo Ordinario
“Perseverando en la esperanza” (1 Tes 1,3)
Jueves, 6 de noviembre del 2025
Color: VERDE
Primera lectura: Rom 14,7-12
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo: si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto Cristo murió y resucitó: para ser Señor de vivos y muertos. Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿Por qué deprecias a tu hermano? Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: «Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua.» Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 26,1.4.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, se valiente ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Evangelio: Lc 15,1-10
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: “¡Felicítenme!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: “¡Felicítenme!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Les digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Palabra del Señor
“Perseverando en la esperanza” (1 Tes 1,3)
La Palabra de Dios que hemos tenido la bendición de recibir nos dice que Jesús ya nos salvó, Él ya nos salvó y nos dio la nueva vida, ¿hemos aceptado y recibido lo que Jesús ha ganado para nosotros? ¿Nuestra experiencia de conocer a Jesús nos ha llevado a reconocerlo como nuestro Señor y Salvador ante los hombres?
Estas son preguntas que debemos respondernos a nosotros mismos luego de examinar nuestra actitud y modo de vida a la luz de lo que nos dice el apóstol Pablo: «Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni muere para sí mismo: si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor».
Para muchos el cristianismo se ha reducido a una religión de prácticas exteriores, a las que se les da valor por sí mismas, de donde se saca una ilusión vana de haber cumplido, o una satisfacción de tranquilidad de conciencia o de cumplimiento con cierto sentido mágico y supersticioso de carácter utilitario o de temor a lo divino. Una moral restrictiva, basada en prohibiciones que limita la libertad e impide vivir una vida, un cristianismo de legalismo sin vida, o una vida triste, apagada, con alma de esclavos, que no exhibe el gozo de saberse salvado, perdonado y rescatado por el sacrificio de Jesús en la cruz.
Si nuestra sintonía de fe es débil acojámonos al consejo de San Juan Pablo II que, en su primera visita a Santo Domingo, República Dominicana (enero 1979) dijo «les propongo para reavivar su fe un encuentro personal, vivo, de ojos abiertos y corazón palpitante con el Señor resucitado».
Hoy en el contexto de un año jubilar estamos llamados a exhortarnos unos a otros a esperar en el Señor, a ser valientes, ¡a tener ánimo! Esperar en el Señor con fe expectante, perseverando en la esperanza (1 Tes 1,3).
Estamos llamados a no quedarnos con el mensaje de salvación reservado para nosotros, sino que, como nos enseñó Jesús, salgamos a buscar a los pecadores, dentro y fuera de nuestro entorno inmediato. Las palabras de nuestro Salvador y Redentor nos dicen que «habrá alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta» y es a nosotros a quienes se nos ha encomendado llevar la invitación a la conversión hasta los confines de la tierra, predicando, evangelizando, proclamando la Palabra a tiempo y a destiempo. Viviendo la Palabra y con nuestro modo de vida invitar a otros a creer en Cristo, a creer que el Señor es nuestra luz y nuestra salvación.
(Guía Litúrgica)
“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes” (2 Cor 13, 13) ✍



