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“Debemos insistir en cultivar y profundizar nuestra fe en un Cristo vivo” (Mc 4, 35-41)

LA PALABRA DIARIA

Sábado, III Semana. Tiempo Ordinario

“Debemos insistir en cultivar y profundizar nuestra fe en un Cristo vivo” (Mc 4, 35-41)

Color: VERDE

30 de enero de 2021

Primera lectura: Hb 11,1-2.8-19
Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve.
Por su fe son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.
Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, –y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, — mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la fe también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza, para fundar un linaje, porque se fio de la promesa. Y así, de una persona y esa estéril, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos estos, sin haber recibido la tierra prometida; pero viéndola y saludándola de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro.
Palabra de Dios

Salmo Responsorial: Lc 1,69-70.71-72.73-75
R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo
Nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. R/.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza. R/.
Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán, para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. R/.

Evangelio: Mc 4, 35-41
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!».
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero ¿quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

Palabra del Señor


“Debemos insistir en cultivar y profundizar nuestra fe en un Cristo vivo” (Mc 4, 35-41)

Encontramos en el Evangelio de hoy múltiples simbolismos. Tenemos la barca en la que va Jesús, las demás barcas, los discípulos y a un Jesús dormido.

De estos símbolos hay interpretaciones eclesiológicas referidas a la barca de la Iglesia surcando en un mundo lleno de peligros, situación que estamos viendo hoy con todo lo que vemos que enfrenta el Papa Francisco. También la interpretación cristológica que nos presenta a Jesús que, como Dios, somete al mar y al viento embravecidos, y una interpretación moralizante y exhortativa que nos muestra al cristiano tentado y probado en las tempestades de la vida.

Un elemento relevante en este Evangelio es lo que Jesús les dice a los apóstoles, y, por qué no, también a nosotros hoy cuando estamos en situaciones de temor: «¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe? La fe de los apóstoles se consolida después de la Pascua, con Cristo Resucitado. Y cabe preguntarnos sobre nuestra fe, la de este tiempo, con un Cristo que se manifiesta vivo entre nosotros. La incredulidad empieza cuando no estamos dispuestos a seguir a Jesús en la oscuridad y en la tormenta de la cruz, cuando sentimos el silencio de Dios, a un Cristo dormido como lo presenta el Evangelio hoy.

Debemos insistir en cultivar y profundizar nuestra fe en un Cristo vivo que, aún en el silencio, percibamos su presencia y su accionar en nuestras vidas. Creer es remitirnos a ese Dios vencedor, en comunión con Él, convencidos que no nos abandona en todo nuestro viaje, no importa la oscuridad o la tempestad por la que atravesamos, solo debemos estar convencidos que Jesús ha resucitado de la prueba.

(Guía Mensual)

“Señor, haznos dóciles a tu Espíritu para que podamos estar siempre alegres y a tu lado ✍

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