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“María Magdalena recibe la misión de anunciar la resurrección a los apóstoles” (Jn 20,11-18)

LA PALABRA DIARIA

Martes de la Octava de Pascua

Color: BLANCO

6 de ABRIL de 2021

Primera Lectura: Hc 2,36-41

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que, al mismo Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Conviértanse y bautícense cada uno de ustedes en el nombre de Jesús, el Mesías, para que se les perdonen sus pecados, y recibirán al Espíritu Santo. Porque la promesa vale para ustedes y para sus hijos, y, además, para los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos».
Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Sálvense de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 32,4-5.18-19.20.22
R/. La misericordia del Señor llena la tierra
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

Evangelio: Jn 20,11-18
Lectura del santo evangelio según san Juan

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice: «¡María!”. Ella se vuelve y le dice. «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre nuestro, al Dios mío y Dios nuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra del Señor


“María Magdalena recibe la misión de anunciar la resurrección a los apóstoles” (Jn 20,11-18)

Pedro está predicando, siente la necesidad de hacerlo y nadie lo va a detener. Sus palabras tocan fondo, penetran hasta lo más profundo de los corazones de sus oyentes y hay de inmediato una reacción: ¿Qué debemos hacer, hermanos? Pedro les contestó: —Conviértanse y que cada uno de ustedes se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de sus pecados. Entonces recibirán, como don de Dios, el Espíritu Santo. Porque la promesa les corresponde a ustedes y a sus hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios. Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo: —pónganse a salvo de este mundo corrupto.
Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron aquel día y se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas. Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan y de participar en la oración. Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual.
A diario acudían al Templo con constancia, partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
Aprendamos, hermanos, cuidemos nuestra predicación, ocupémonos ante todo de dar testimonio de lo que creemos para que el mensaje sea eficaz. Lo primero es llevar una vida de acuerdo con nuestra condición de hombres nuevos y segundo mostrarnos enamorados, apasionados de Aquel en quien creemos.
El Evangelio relata la aparición de Jesús a María Magdalena, quien con la muerte de su gran amigo perdió el sentido de la vida, pero sigue buscando. Se va al sepulcro para encontrar a aquel que la muerte le había robado. Hay momentos en la vida en los que todo se nos desmorona. Parece que todo se ha terminado. ¡Muerte, desastre, enfermedad, decepción, traición! Tantas cosas nos ocurren y hasta perdemos el tino; sobre todo cuando no encontramos una explicación a ese “por qué”. Pero también acontece que de repente, el encuentro con una persona amiga puede rehacer nuestra vida y hacernos descubrir que el amor es más fuerte que la muerte.
Tras esta profunda y significativa experiencia, María Magdalena recibe la misión de anunciar la resurrección a los apóstoles, porque definitivamente el encuentro con el Resucitado transforma la vida y compromete en la misión.
¿Has tenido una experiencia que te ha dado una sensación de pérdida y de muerte? ¿Cómo fue? ¿Qué es lo que te ha dado nueva vida y te ha devuelto la esperanza y la alegría de vivir?
(Guía Mensual)

“Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu”✍

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