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“Jesús nunca desfalleció en mantener vivo el cumplimiento de su misión” (Mt 10, 7-15)

LA PALABRA DIARIA

Jueves, XIV Semana del Tiempo Ordinario

Color: VERDE

8 de julio de 2021

Primera lectura: Gn 44,18-21.23b-29;45,1-5
Lectura del libro del Génesis

En aquellos días, Judá se acercó a José y le dijo: «Permite a tu siervo hablar en presencia de su señor; no se enfade mi señor conmigo, pues eres como el Faraón. Mi señor interrogó a sus siervos: “¿Tienen padre o algún hermano?”, y respondimos a mi señor: “Tenemos un padre anciano y un hijo pequeño que le ha nacido en la vejez; un hermano suyo murió, y sólo le queda éste de aquella mujer; su padre lo adora.” Tú dijiste: “tráiganmelo para que lo conozca. Si no baja su hermano menor con ustedes, no volverán a verme.” Cuando subimos a casa de tu siervo, nuestro padre, le contamos todas las palabras de mi señor; y nuestro padre nos dijo: “Vuelvan a comprar unos pocos víveres.” Le dijimos: “No podemos bajar si no viene nuestro hermano menor con nosotros”; él replicó: “Saben que mi mujer me dio dos hijos: uno se apartó de mí, y pienso que lo ha despedazado una fiera, pues no he vuelto a verlo; si arrancan también a éste de mi presencia y le sucede una desgracia, darán con mis canas, de pena, en el sepulcro.”»
José no pudo contenerse en presencia de su corte y ordenó: «Salgan todos de mi presencia.» Y no había nadie cuando se dio a conocer a sus hermanos. Rompió a llorar fuerte, de modo que los egipcios lo oyeron, y la noticia llegó a casa del Faraón.
José dijo a sus hermanos: «Yo soy José; ¿vive todavía mi padre?» Sus hermanos se quedaron sin respuesta del espanto. José dijo a sus hermanos: «Acérquense a mí.»
Se acercaron, y les repitió: «Yo soy José, su hermano, el que vendieron a los egipcios. Pero ahora no se preocupen, ni les pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de ustedes.»

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 104,16-17.18-19.20-21
R/. Recuerden las maravillas que hizo el Señor

Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan; por delante había enviado a un hombre, a José, vendido como esclavo. R/.
Le trabaron los pies con grillos, le metieron el cuello en la argolla, hasta que se cumplió su predicción, y la palabra del Señor lo acreditó. R/.
El rey lo mandó desatar, el Señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de su casa, señor de todas sus posesiones. R/.

Evangelio: Mt 10,7-15
Lectura del santo evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis. No lleven en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entren en un pueblo o aldea, averigüen quién hay allí de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en una casa, saluden; si la casa se lo merece, la paz que le desean vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no los escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudan el polvo de los pies. Les aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»

Palabra del Señor


“Jesús nunca desfalleció en mantener vivo el cumplimiento de su misión” (Mt 10, 7-15)

Hoy continuamos con la narración del encuentro entre José y sus hermanos. Las acciones y palabras de José, nombre que significa “Dios añadirá” y “el hombre que multiplica”, se dejan mostrar cuando su corazón lleno de perdón, misericordia y amor le llevan a irrumpir en un gran llanto. El perdón nos conduce a nuevas oportunidades para motivar el cambio. José, se desahoga permitiendo salir palabras que acercan, que restauran la hermandad y que salpican la salvación de Dios. Ante el descubrimiento de José, sus hermanos reaccionan espantados, confundidos y llenos de incredulidad. ¿Cómo es posible que José siga vivo? ¿Cómo es posible que ahora les perdona sus actos y traición? ¿Será cierto lo que escuchan o es una trampa para hacerles daño? Pero las lágrimas, los gritos de dolor y el perdón de José son reales y totalmente visibles a los ojos de sus hermanos.
Somos tantos los que vivimos enfermos, leprosos y con corazones llenos de espíritus que nos desean conducir a la muerte. Estamos necesitados de un pan diferente que alimente, no solamente el cuerpo, sino también el corazón corroído por los egoísmos, la vanidad, el desamor, y las ansias de poder. Jesús comprendió el corazón de José, el hijo de Jacob-Israel. Su vida fue la manifestación del amor, la compasión y del perdón. El maestro Jesús supo lo que era ser, las enfermedades, la muerte y el poder del mal en la vida de su gente. Sin embargo, no enjuiciado, encarcelado, criticado, despreciado, enfrentado injustamente y condenado por los suyos. Vio el hambre y las enfermedades y envió a los suyos a llevar pan, sanación y perdón a los sufridos. Siguiendo los deseos de su Padre, Jesús, igual que José, se llenó de compasión y actuó con toda confianza. A pesar que muchos no recibieron el mensaje de paz, Jesús nunca desfalleció en mantener vivo el cumplimiento de su misión.
Hoy la Iglesia necesita de personas que crean más profundamente en el mensaje. Quizás sobran las palabras y faltan los actos visibles de compasión y perdón. Quizás nos hace falta ser más como niños para admirarnos en “las maravillas que hizo el Señor” como canta el salmista. Soñamos con un mundo donde podamos acercar a todos a la mesa del compartir, donde todos puedan tener el sustento del pan diario y donde “los grilletes de los pies” sean cambiados por las sandalias del mensajero. Anhelamos sociedades donde podamos desterrar el mal de la vida y donde podamos “administrar la casa y las posesiones” que se nos ha encomendado. Hoy resuenan las palabras de José: “ahora no se preocupen, ni les pese el haberme vendido; para salvación me envió Dios delante de ustedes”. Resuena la voz de Jesús que invita a que “lo que han recibido gratis, denlo gratis”. ¡Así se construye el Reino de los Cielos!

(Guía Mensual)

“Que Dios llene de paz tu casa y te bendiga grandemente, Él que vive y ama por los siglos de los siglos. Amén” ✍

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