LA PALABRA CADA DÍA
Jueves, IV Semana de CUARESMA
Color: MORADO
18 de marzo de 2021
Primera Lectura: EX 32,7-14
Lectura del libro del Éxodo
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”». Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Tendrán que decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a su descendencia para que la posea por siempre”».
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 105,19-20.21-22.23
R/. “Acuérdate de nosotros, por amor a tu pueblo”
En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio. R/.
Evangelio: Jn 5,31-47
Lectura del santo evangelio según san Juan
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
Ustedes enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca han escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en ustedes, porque al que él envió no le creen.
Estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibieron; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibirían.
¿Cómo podrán creer ustedes, que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo les voy a acusar ante el Padre, hay uno que les acusa: Moisés, en quien tienen su esperanza. Si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?».
Palabra del Señor
“Es preciso que le creamos a Jesús, que creamos en su Palabra” (Jn 5,31-47)
Dar testimonio es ser testigo de algo y decirlo, proclamarlo, vivirlo. Debe haber alguien que testifique y corrobore la veracidad de lo que yo proclamo o expreso, de lo que yo testimonio. En la cultura del pueblo judío también era así. Lo que una persona decía o hacía tenía que estar amparado, avalado por el testimonio de otra persona, ya que nadie podía dar testimonio de sí mismo. Así lo consideraban los israelitas. Por eso Jesús comienza el evangelio de hoy argumentando que si Él diera testimonio de sí mismo no era válido. Pero inmediatamente les dice que hay otro que da testimonio de Él y que además es verdadero. Se está refiriendo a Juan el Bautista. Al mismo tiempo Jesús asegura que Él no depende del testimonio de un hombre. Y es cierto, el mayor testimonio que tenemos de Jesús son sus obras, ellas hablan por sí mismas: “el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado”.
El testimonio que da Jesús de sí mismo carecería de valor si no tuviera como garante al Padre. Jesús no necesita que otros den testimonio de Él, sus obras son las que mejor hablan de Él. Pasa lo mismo con nosotros; no es necesario que digamos que creemos en Jesús. Nuestras obras, nuestros hechos deben hablar por sí solos.
Jesús decía esto porque los judíos se habían quedado en los gestos externos, buscando siempre la gloria, el privilegio y el reconocimiento público con su apego al cumplimiento de la ley. Las palabras de Jesús pueden ser catalogadas como duras, pero a la vez tiene razón, porque es que muchas veces nosotros decimos estar buscando a Jesús porque leemos su Palabra, participamos de la Eucaristía; algo que está bien, pero no somos capaces de verlo en el que sufre, en el afligido, en el huérfano, en la viuda.
Es preciso que le creamos a Jesús, que creamos en su Palabra, pero sobre todo que sepamos reconocerlo en los más desposeídos.
(Guía Mensual)
“Miren, estamos subiendo a Jerusalén…” (Mt 20,18)
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad✍