“Tenemos que asumir el dolor en una perspectiva serena, adulta y con mucha fe” (Jn 19, 25-27)

LA PALABRA DIARIA

Miércoles, XXIV Semana. Tiempo ordinario

Color: BLANCO

15 de septiembre de 2021

Memoria Obligatoria: Nuestra Señora la Virgen de los Dolores

Primera lectura Hb 5,7-9
Lectura de la Carta a los Hebreos

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 30,2-3a,3bc-4.5-6.15-16.20
R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. R/.
Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: “Tú eres mi Dios.” En tus manos están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R/.

Evangelio: Jn 19, 25-27
Lectura del Santo Evangelio según San Juan

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor

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“Tenemos que asumir el dolor en una perspectiva serena, adulta y con mucha fe” (Jn 19, 25-27)

Celebramos hoy la festividad de Nuestra Señora de los Dolores y la Iglesia pone de manifiesto la unión de la Virgen María a la pasión de su hijo. María, como Madre de la Iglesia, nos pone de manifiesto su maternidad junto a la cruz de su hijo. Esta fiesta fue instituida por el papa Pio V en el año 1814, un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
En la Carta a los Hebreos, Pablo nos habla de la vida mortal de Jesús y dice que ofreció en medio de oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte y fue escuchado por su piedad. En esa obediencia al Padre es que Cristo se convierte en causa de salvación eterna. Nosotros pasamos por situaciones dolorosas, pero en Cristo tenemos una referencia para el dolor y el sufrimiento, de aquí la necesidad de acudir al Señor en estas situaciones angustiantes. El salmo 30 es una referencia de esta situación, pues el estribillo “Sálvame, Señor, por tu misericordia”, es un clamor a que el Señor nos proteja, que sea la roca de nuestro refugio y el baluarte donde podamos sentirnos seguros. Cristo ha experimentado esa situación de soledad y de dolor profundo, por lo que siempre será un consuelo, un apoyo y un sostén firme y seguro en nuestras dificultades.
En el evangelio, Juan acompaña a María, la madre de Jesús, junto a la cruz. En el discípulo amado vemos a los verdaderos creyentes, a los que han apostado por seguir a Jesús y en su madre, podemos ver a la nueva humanidad, a la Iglesia. María, desgarrada por la situación de su hijo, está presente junto a la cruz.
Tenemos que asumir el dolor en una perspectiva serena, adulta y con mucha fe. Nuestras vidas están teñidas de muchas dificultades y no podemos pretender que todo sea alegría, que no tendremos sinsabores, eso sería mucha ingenuidad de nuestra parte. La madurez cristiana exige una dosis de dolor y sufrimiento, no porque seamos masoquistas, sino porque el proceso de maduración en la fe, lo lleva consigo. Pidamos las fuerzas necesarias al Señor, a ejemplo de María, para soportar el dolor y las cruces que se nos presenten.

(Guía mensual)

“Que Dios llene de paz tu casa y te bendiga grandemente, Él que vive y ama por los siglos de los siglos. Amén” ✍

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