LA PALABRA DIARIA
Miércoles, III Semana. Tiempo Ordinario
“Que la palabra pueda germinar y dar frutos abundantes” (Mc 4, 1-20)
Feria o Memoria Libre: Santa Ángela de Mérici, Virgen
Color: VERDE o BLANCO
27 de enero de 2021
Primera lectura: Hb 10,11-18
Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir:
«Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días» añade el Señor: «Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas».
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: 109, 1-4
R/. “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec”
Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies. R/.
Desde Sion extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. R/.
Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, / como rocío, antes de la aurora. R/.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. R/.
Evangelios: Mc 4,1-20
Lectura del Santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchen: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A ustedes se les han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone.»
Y añadió: «¿No entienden esta parábola? ¿Pues, cómo van a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
Palabra del Señor
“Que la palabra pueda germinar y dar frutos abundantes” (Mc 4, 1-20)
El Evangelio de Marcos nos narra hoy la Parábola del Sembrador. La parábola llama la atención a cada uno de nosotros que vivimos preocupados por los frutos, por lo terrenal, por lo superficial, por lo material. Queremos frutos, pero se nos olvida abonar el terreno de nuestras vidas. Queremos frutos sin grandes esfuerzos. Queremos abundancia de frutos sin limpiar la tierra del corazón. Deseamos grandes cosas olvidándonos de abonar nuestro “ser” desde la escucha activa de la Palabra de Dios. Se nos olvida que un buen agricultor, antes de sembrar, limpia y abona bien el terreno para que la semilla pueda dar frutos.
Hoy podemos preparar bien el terreno del corazón, limpiarlo de rencores, odios, orgullos y abonarlo con el amor de Dios para que la palabra pueda germinar y dar frutos abundantes. Aprendamos a dejar los afanes y las preocupaciones para tomarnos el tiempo necesario en meditar la Palabra de Dios.
Son muchas las situaciones que van resecando nuestro corazón, que nos van llenando de cicatrices, dolores, desesperanza. Son muchas las situaciones que van convirtiendo nuestro terreno en árido y poco fértil, lo cual dificulta germinar la buena palabra.
Enfoquemos nuestras vidas en la Palabra de Dios, abonemos bien nuestro terreno con la oración para que el Evangelio pueda encontrar en nosotros un terreno fértil en donde pueda verdaderamente germinar. Reguemos con buenas obras esa semilla para que el calor de la indiferencia no la queme y la plantica que nace no se muera.
Que Dios permita que cada día seamos un mejor terreno en donde su palabra pueda caer y dar frutos abundantes.
(Guía Mensual)
“Señor, haznos dóciles a tu Espíritu para que podamos estar siempre alegres y a tu lado ✍