Viernes, III Semana. Tiempo Ordinario
“Nosotros alimentamos nuestra fe y Dios nos hace crecer” (Mc 4, 26-34)
Color: VERDE
29 de enero de 2021
Primera lectura: Hb 10,32-39
Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos: Recuerden aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportaron múltiples combates y sufrimientos: ya sea cuando se exponían públicamente a insultos y tormentos; ya cuando se hacían, solidarios de los que eran tratados así. Pues compartieron el sufrimiento de los encarcelados, aceptaron con alegría que les confiscaran los bienes, sabiendo que tenían bienes mejores y permanentes.
No renuncien, pues, a su valentía, que tendrá una gran recompensa. Les hace falta constancia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. «Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe, pero si se arredra le retiraré mi favor». Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 36,3-4.5-6.23-24.39-40
R/. El Señor es quien salva a los justos
Confía en el Señor y haz el bien: habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad; sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía. R/.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano. R/.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él. R/.
Evangelio: Mc 4,26-34
Lectura del santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la Palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
“Nosotros alimentamos nuestra fe y Dios nos hace crecer” (Mc 4, 26-34)
Con mucha frecuencia pasamos por el mundo a la carrera. Todo lo queremos rápido y con inmediatez. Parece que la vida se nos va con tanta velocidad que hasta se nos olvida mirarnos con detenimiento en el espejo. Si algo no se hace ahora mismo y con toda velocidad, entonces parece no ser merecedor de nuestra atención. Pero, el Reino de Dios se va gestando con un dinamismo totalmente distinto a los que el mundo nos exige.
La conversión –proceso de cambio en el pensar y en el actuar movidos por el Espíritu de Dios– transcurre paso a paso. Empieza de manera paulatina y desde la pequeñez como un grano de mostaza, va creciendo sin darnos cuenta para convertirse en algo más grande que, en un cerrar y abrir de ojos, ha crecido tanto en nuestro interior que es capaz de dar sombra y de anidar a otros. Así como crecen los hijos que un día nacen y al otro día se nos van de la casa, vamos madurando en las experiencias de la vida. No nos damos cuenta, pero no somos los mismos de ayer y mañana no seremos los mismos de hoy.
A veces se nos pasa la vida y cuando nos damos cuenta ya es tarde. Dejamos tantos sueños incumplidos, tantas palabras importantes sin expresar, innumerables abrazos sin compartir, besos sin experimentar, miradas tiernas sin regalar… en fin, momentos que nunca volverán de la misma manera.
Pero el cambio que Dios opera en nuestras vidas es constante, sistemático y total cuando permitimos actuar al Espíritu. Él hace la obra y nosotros realizamos la ascesis – los ejercicios mediante la oración, los sacramentos, la Palabra, la contemplación, los cantos, los cursos bíblicos… No se trata de apresurar el paso, sino más bien de caminar firmes en dirección que nos conduce Dios para la construcción del Reino.
Nosotros realizamos nuestra parte y Dios construye sutilmente la obra. Nosotros nos mantenemos firmes y Dios sigue donándose con constancia y entrega. Nosotros alimentamos nuestra fe y Dios nos hace crecer, sin darnos cuenta, para que podamos cobijar a las demás personas dando sombra en los momentos de calor y brindándonos para ayudar a crecer a los que nos rodean. ¡Gran milagro éste! Misterio del Reino que crece, se multiplica y da vida cuando nos dejamos guiar por la fuerza del Espíritu. ¡Amén!
(Guía Mensual)
“Señor, haznos dóciles a tu Espíritu para que podamos estar siempre alegres y a tu lado ✍