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“Jesús conquistó y trazó para nosotros el camino de reencuentro con Dios” (Mt 16, 13-23)

LA PALABRA DIARIA

Jueves, XVIII Semana del Tiempo Ordinario

Color: VERDE o BLANCO

5 de agosto de 2021

Feria o Memoria Libre: La Dedicación de la Basílica de Santa María

Primera lectura: Núm 20,1-13
Lectura del Libro de los Números
En aquellos días, la comunidad total de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cades. Allí murió María y allí la enterraron. Entonces le faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto, para traernos a este horrible sitio, que no tiene granos, ni higueras, ni viñas, ni granados, ni agua para beber?»
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad, se dirigieron a la Tienda de la Reunión y allí se postraron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció y el Señor le dijo a Moisés: «Coge el bastón; reúne, con tu hermano Aarón, a la asamblea, y en presencia de ellos ordena a la roca que dé agua, y sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias».
Moisés tomó al bastón, que estaba colocado en la presencia del Señor, como él se lo había ordenado, y con la ayuda de Aarón, convocó a la comunidad delante de la roca y les dijo: «Escúchenme, rebeldes: ¿Creen que podemos hacer brotar agua de esta roca para ustedes?»
Entonces Moisés alzó la mano y golpeó dos veces la roca con el bastón, y brotó agua tan abundante, que bebió toda la gente y sus bestias.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no harán entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar». (Esta es la fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor y él les mostró su santidad).

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 94,1-2.6-7,8-9
R/. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: “No endurezcan su corazón”
Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.
Entren, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchen hoy su voz: «No endurezcan el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando sus padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.

Evangelio: Mt 16,13-23
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesárea de Filipo, y preguntaba a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas».
Luego él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, ¡hijo de Juan!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».
Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, de los sumos sacerdotes y de los letrados; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «No lo permita Dios, Señor; eso no puede pasarte». Jesús se volvió y le dijo a Pedro: « ¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar, tu piensas como los hombres, no como Dios!».

Palabra del Señor


“Jesús conquistó y trazó para nosotros el camino de reencuentro con Dios” (Mt 16, 13-23)

A menudo nuestro caminar como cristianos es muy semejante al comportamiento que tuvo el pueblo de Israel cuando salió de Egipto y estaba en el desierto. A la primera dificultad cuestionamos lo que vivimos, nos preguntamos por qué nos toca vivir esa situación y, con facilidad nos olvidamos de los portentos que el Señor ha hecho y hemos visto en nuestras vidas y las de los que nos rodean.
Todavía peor, rápidamente caemos en duda de la fidelidad, misericordia y del amor que el Señor nos ha prometido y mostrado. Fácilmente perdemos el norte y nos sumergimos en un mar de dudas, ansiedad y dolor que nos roban la alegría, el gozo, la paz y la FE.
Cuando se quiebra nuestra confianza en el Señor se debilita nuestra FE. Por eso el primer campo de batalla en el camino de nuestra vida como cristiano es nuestro yo interior manifestado a través de nuestros pensamientos, sentimientos, manera de hablar, actitudes manifiestas o escondidas, acciones, reacciones u omisiones. Y es una batalla continua que libramos. Por eso, debemos estar siempre alertas sobre cuáles son y qué están reflejando nuestras acciones, omisiones, pensamientos y expresiones. Estar alertas para que, con nuestros cuestionamientos, opiniones y comportamientos, no bloqueemos nuestro propósito de buscar un encuentro permanente con Cristo viviendo en estado de gracia continua, por Cristo, con Cristo y para Cristo.
El Salmo de hoy nos propone unas sencillas interrogantes para que en momentos de dudas recordemos quién es el que está pendiente de cada acontecimiento de nuestras vidas. Sin importar lo nublado, gris, negro que pueda ser el momento que vives, RESPÓNDETE, DIOS ESTÁ CONMIGO, DIOS NO ME ABANDONA, JESÚS EN TI CONFÍO. Hermana, hermano, CONFIA.
Jesús conquistó y trazó para nosotros el camino de reencuentro con Dios, que hace salir agua de la roca, que ablanda nuestros corazones de piedra, que nos invita al amor, a la fe y a la confianza absoluta en sus promesas. Hermano, hermana, que la gracia de la FE en el Dios vivo, en Jesús, en el Espíritu Santo sellen en ti la certeza de la presencia de Dios en tu vida, sin importar las circunstancias por las que estés atravesando. Mírate a ti mismo agarrado de la mano del Señor y proclamando Jesús en ti confío, tú eres, Señor, mi roca, el agua que me da vida y me sostiene.

(Guía mensual)

“Que Dios llene de paz tu casa y te bendiga grandemente, Él que vive y ama por los siglos de los siglos. Amén” ✍

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