LA PALABRA CADA DÍA
XIV Semana Tiempo Ordinario
“Tendrán dificultades y persecuciones”
Sábado, 12 de julio del 2025
Color: VERDE
Primera Lectura: Gén 49,29-33;50,15-24
Lectura del Libro del Génesis
En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos: «Cuando me reúnan con los míos, entiérrenme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y a Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas».
Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.
Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: «A ver si José nos guarda aun rencor y ahora nos devuelva todo el mal que le hicimos».
Y mandaron decirle: «Antes de morir tu padre nos encargó: “Esto dirán a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron”. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre». José, al oírlo, se echó a llorar.
Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron: «Aquí nos tienes, somos tus siervos.» Pero José les respondió: «No tengan miedo; ¿soy yo acaso Dios? Ustedes intentaron hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no teman, yo los mantendré a ustedes y a sus hijos».
Y los consoló, hablándoles al corazón. José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas.
José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir. Dios cuidará de ustedes y los llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob».
Y los hizo jurar: «Cuando Dios cuide de ustedes, llevarán mis huesos de aquí». José murió a los ciento diez años de edad.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 104,1-2.3-4.6-7
R/. Humildes, busquen al Señor, y revivirá su corazón
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, den a conocer sus hazañas a los pueblos. Cántenle al son de instrumentos, hablen de sus maravillas. R/.
Gloríense de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurran al Señor y a su poder, busquen continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, ¡su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R/.
Evangelio: Mt 10,24-33
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengan miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche díganlo en pleno día, y lo que escuchen al oído, pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, teman al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga su Padre. Pues ustedes hasta los cabellos de la cabeza tienen contados. Por eso, no tengan miedo; no hay comparación entre ustedes y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».
Palabra del Señor
“No tengan miedo”
La última página del Libro del Génesis nos narra la despedida de los dos últimos patriarcas, Jacob y José. Jacob siente que va a morir, que va a «reunirse con los suyos», y encarga que, cuando vuelvan a la tierra de Canaán, lleven sus restos mortales a Hebrón, a la cueva de Macpela que había comprado Abrahán y donde están enterrados sus antepasados. Queda José con sus hermanos y sus familias. Una vez más, aparece la grandeza de José y su perdón: «no tengan miedo, ¿soy yo acaso Dios?». Es Dios quien juzga y premia y castiga.
De nuevo José interpreta lo sucedido desde la visión providencial de Dios: «ustedes intentaron hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso». La muerte de nuestros seres queridos es buena ocasión para reflexionar: nos recuerda la caducidad de la vida, nos invita a reconciliarnos los que permanecemos aquí, nos ayuda a echar una sabia mirada hacia atrás y hacia delante, nos sitúa en la presencia de Dios como Señor de la vida y de la muerte, nos consuela al pensar que «los nuestros», nuestros seres queridos ya fallecidos, se mantienen en comunión con nosotros de un modo misterioso y nos esperan hasta que también a nosotros nos llegue la hora final.
Jesús continúa aconsejando a sus discípulos a no desanimarse en su labor misionera, por adversas que sean las situaciones. “No tengan miedo” le dirá en repetidas ocasiones.
Entre otras cosas les dice: «nada hay escondido que no llegue a saberse»: el tiempo dará la razón a los que la tienen. Todos estamos en las manos de Dios: si él se cuida hasta de los gorriones del campo, cuánto más de sus fieles. Y les asegura que Él mismo Jesús saldrá en ayuda de los suyos: «si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo»,
Jesús avisó muchas veces a los suyos que tendrían dificultades en su misión. No les prometió éxitos fáciles o que iban a ser bien recibidos en todas partes. Al contrario, les dijo que el discípulo no será más que el maestro. Y el Maestro había sido calumniado, perseguido, condenado a la cruz. Pero este anuncio va unido a otro muy insistente: la confianza. «No tengan miedo». No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte.
(Guía Litúrgica)