“Hay muchos Lázaros a nuestra puerta. A lo mejor no necesitan dinero, sino atención y cariño” (Lc 16,19-31)

LA PALABRA CADA DÍA

Jueves, II Semana de CUARESMA

Color: MORADO

4 de marzo de 2021
(Casimiro, rey: 1460 1484)

Primera Lectura: Jr 17,5-10

Lectura del libro de Jeremías
Esto dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor. Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas; para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones.»

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 1,1-2.3.4.6
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Evangelio: Lc 16,19-31
Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia ustedes no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”. Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor


“Hay muchos Lázaros a nuestra puerta. A lo mejor no necesitan dinero, sino atención y cariño” (Lc 16,19-31)

El profeta Jeremías hace una distinción entre los benditos y malditos. ¿Quiénes son benditos y darán fruto? ¿Quiénes malditos y quedarán estériles? Es maldito quien pone su confianza en lo humano, en las fuerzas propias. La vida del que actúa así será estéril. Es bendito el que confía en Dios; ése sí dará fruto.
El mensaje del profeta va dirigido al pueblo de Israel, siempre tentado de olvidar a Dios y poner su confianza en alianzas humanas. Pero es un mensaje para todos nosotros, sobre todo en este tiempo en que el camino de la Pascua nos invita a reorientar nuestras vidas.
La parábola del rico y el pobre Lázaro nos sitúa ante la misma encrucijada: ¿en qué ponemos nuestra confianza en esta vida? Hoy nos habla el Señor de aquel ricachón que se daba la gran vida, sin reparar siquiera en el pobre Lázaro que mendigaba a la puerta de su casa.
Estaba tan ensimismado en sus riquezas que no veía, o no quería ver, la miseria que rodeaba su grandeza. Pero la muerte iguala al poderoso y al débil. Ambos murieron. Dios no hace distinciones entre el rico y el pobre. Sólo mira en el libro de la vida las buenas y las malas acciones. Aquel que en su abundancia se olvidó de la necesidad ajena fue arrojado al infierno, el que nada tuvo y aceptó con humildad su pobreza fue llevado al descanso y la paz.
Jesús no condena las riquezas. Pero están hechas para compartirlas. Y a veces nos cierran el corazón y no nos dejan ver la necesidad de los demás.
Momento oportuno para reflexionar nuestra postura respecto a los bienes temporales. ¿Estamos apegados a «cosas»? ¿Tenemos tal hambre de posesión que nos cierra las entrañas y nos impide compartir con los demás? No se trata sólo de riquezas económicas. Tenemos otros dones, tal vez en abundancia, que otros no tienen, de orden espiritual o cultural: ¿somos capaces de comunicarlos a otros? Hay muchos Lázaros a nuestra puerta. A lo mejor no necesitan dinero, sino atención y cariño. La Cuaresma nos invita a que la caridad para con los demás sea concreta. Nos invita a “convertirnos y a creer en la Buena Nueva” (cfr. Mc 1,15).

(Guía Mensual)

“Miren, estamos subiendo a Jerusalén…” (Mt 20,18)
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad✍