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LA PALABRA CADA DÍA
VI Semana. Tiempo Ordinario. Año I
Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
Viernes, 28 de febrero del 2025
Color: VERDE
Primera lectura: Eclo 6,5-7
Lectura del Libro del Eclesiástico
Una palabra amable multiplica los amigos y aleja a los enemigos, y la lengua afable multiplica los saludos. Sean muchos los que estén en paz contigo, pero tus confidentes, solo uno entre mil.
Si haces un amigo, ponlo a prueba, y no tengas prisa en confiarte a él. Porque hay amigos de ocasión, que no resisten en el día de la desgracia. Hay amigos que se convierten en enemigos, y te avergüenzan descubriendo tus litigios. Hay amigos que comparten tu mesa y no resisten en el día de la desgracia. Cuando las cosas van bien, es como otro tú, e incluso habla libremente con tus familiares.
Pero si eres humillado, se pone contra ti y se esconde de tu presencia. Apártate de tus enemigos y sé cauto incluso con tus amigos. Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable. Un amigo fiel es medicina de vida, y los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor afianza su amistad, porque, según sea él, así será su amigo.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 118,12.16.18.27.34.35
R/. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos
Tus decretos son mi delicia, no olvidaré tus palabras. R/.
Ábreme los ojos, y contemplaré las maravillas de tu ley. R/.
Instrúyeme en el camino de tus mandatos, y meditaré tus maravillas. R/.
Enséñame a cumplir tu ley y a guardarla de todo corazón. R/.
Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo. R/.
Evangelio: Mc 10,1-12
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba. Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replicó: «¿Qué les ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo: «Por la dureza de su corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera, Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Palabra del Señor
Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
Con frecuencia, los Maestros de la Ley y los fariseos ponían trampas a Jesús con preguntas maliciosas, tratando que se contradijera a sí mismo o a la Ley de Moisés. Se sentían molestos porque brindaba su atención y acogía gente que la sociedad judía rechazaba presuntamente por pecadores: publicanos, prostitutas, desahuciados como era el caso de los leprosos y hasta adúlteras.
En el caso de la presente lectura, los fariseos tratan que Jesús ponga en entredicho la Ley de Moisés respecto del matrimonio, preguntándole si era lícito que un hombre repudiara a su mujer.
Si respondía que era lícito, actuaba en contra de la Ley pudiendo ser acusado ante la comunidad de traidor a las normas socio-religiosas, pero si decía que no, entraba en abierta contradicción con su mensaje y sus obras de misericordia, pudiendo ellos entonces restarle autoridad desacreditándolo como mentiroso y farsante.
En aquella sociedad, el derecho matrimonial judío permitía a la mujer la separación del marido en algunos casos, pero únicamente le reconocía derecho de divorcio al hombre, quien podía repudiar a la mujer hasta por el simple hecho accidental que se le quemara la comida o le quedara salda.
Jesús no entra en polémicas, sino que les da una inesperada respuesta. Primero los refiere a la fuente misma de estas normas: a Moisés, y luego les responde con gran sabiduría, llevándolos a la fuente originaria de todo: al mismo Dios.
Si la Ley Mosaica está condicionada por circunstancias humanas: “Moisés permitió escribir el acta de divorcio por la dureza del corazón de ustedes”, en cambio, la ley de Dios es inapelable: es el mandato del amor: “…dejará el hombre a su padre y a su madre…, de manera que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”.
(Guía Mensual)
“El Señor que dirige nuestros corazones, para que amemos a Dios, nos acompañe en este día y todos los días de nuestra vida✍

