“El signo más grande que Dios muestra a la humanidad es Él mismo” (Mc 8, 11-13)

LA PALABRA DIARIA

Lunes, VI Semana. Tiempo Ordinario

“El signo más grande que Dios muestra a la humanidad es Él mismo” (Mc 8, 11-13)

Color: VERDE

15 de febrero de 2021

Primera lectura: Gn 4,1-15.25
Lectura del libro del Génesis

El hombre se llegó a Eva; ella concibió, dio a luz a Caín, y dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor.» Después dio a luz a Abel, el hermano. Abel era pastor de ovejas, mientras que Caín trabajaba en el campo. Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del campo, y Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, y no se fijó en Caín ni en su ofrenda, por lo cual Caín se enfureció y andaba abatido. El Señor dijo a Caín: “¿Por qué te enfureces y andas abatido? Cierto, si obraras bien, estarías animado; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta; y, aunque viene por ti, tú puedes dominarlo.”
Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos al campo.» Y cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?» Respondió Caín: «No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?» El Señor le replicó: «¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Por eso te maldice esa tierra que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Aunque trabajes la tierra, no volverá a darte su fecundidad. Andarás errante y perdido por el mundo.» Caín contestó al Señor: «Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Hoy me destierras de aquí; tendré que ocultarme de ti, andando errante y perdido por el mundo; el que tropiece conmigo me matará.» El Señor le dijo: «El que mate a Caín lo pagará siete veces.
Y el Señor puso una señal a Caín para que, si alguien tropezase con él, no lo matara. Adán se llegó otra vez a su mujer, que concibió, dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: «El Señor me ha dado un descendiente a cambio de Abel, asesinado por Caín.» Palabra de Dios.

Salmo Responsorial: 49, 1.8.16bc-17.20-21
R/. Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de Oriente a Occidente. «No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí.» R/.
«¿Por qué recitas mis preceptos, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.
«Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara.» R/.

Evangelio: Mc 8, 11-13
Lectura del santo evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Les aseguro que no se le dará un signo a esta generación.» Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor


“El signo más grande que Dios muestra a la humanidad es Él mismo” (Mc 8, 11-13)

Al igual que a Caín, Dios nos hace esta pregunta a nosotros, ¿Dónde está tu hermano? Qué triste cuando respondemos como Caín que no conocemos la vida de nuestros hermanos, cuando Dios nos pide lo contrario: estar pendiente de nuestros hermanos, que seamos capaces de preocuparnos de las necesidades que tienen los demás.
En esta lectura se denuncia el pecado de Caín frente a su hermano Abel. Dios siempre estará a favor de aquellos que son vulnerables, y esto porque Dios mismo se ha puesto junto a los excluidos y Él mismo vive como excluido de los grandes poderes de este mundo.
El signo más grande que Dios muestra a la humanidad es Él mismo; no tenemos que buscar grandes signos o grandes espectáculos. El signo por excelencia es el respeto por los demás, ser capaz de mirar al hermano no como competencia sino como compañero de camino, que está a mi lado para ayudarme en el seguimiento de Cristo. El otro no es una competencia, es un apoyo; este es el signo que demanda la sociedad de hoy. La imagen que la Iglesia está llamada a presentar es la unidad, la preocupación por los otros.
La invitación de este día es preguntarnos cómo me estoy relacionado con las demás personas, qué lugar ocupa el prójimo en nuestra vida. Qué signos de la presencia de Dios estoy mostrando a los demás. Es la invitación de la cuaresma ser capaz de abrirme a los demás. No pidamos signos, sino que nosotros mismos, con nuestra forma de vivir, seamos el signo de Dios en medio de nuestra familia, comunidad, y entornos vitales.

(Guía Mensual)

“Señor, haznos dóciles a tu Espíritu para que podamos estar siempre alegres y a tu lado ✍