Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

1 noviembre 2025

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LA PALABRA CADA DÍA

XXX Semana. Tiempo Ordinario

“Los cientos cuarenta y cuatro mil son símbolo de la unidad interna del pueblo”

Sábado, 1 de noviembre del 2024

Color: BLANCO

Primera lectura: Ap 7,2-4.9-14
Lectura del Libro del Apocalipsis

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañen a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.» Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!»
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: – «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén».
Y uno de los ancianos me dijo: «Ésos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás».
Él me respondió. «Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R/.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

Segunda lectura: 1Jn 3,1-3
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Juan

Queridos hermanos: Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Palabra de Dios

Evangelio: Mt 5,1-12a
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor


“Los cientos cuarenta y cuatro mil son símbolo de la unidad interna del pueblo”

El mes de noviembre inicia con una doble celebración: el Mes de la Familia en nuestro país, centrado este año en el valor de la perseverancia bajo el lema “Persevera en la esperanza” (cfr. 1 Tes 1,3), y la Solemnidad de Todos los Santos, fiesta que exalta el triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado. En esta solemnidad, la Iglesia honra no solo a los santos canonizados, sino también a la “muchedumbre inmensa que nadie podría contar”, todos los que ya gozan de la gloria de Dios.
La liturgia de este día nos abre a una visión de esperanza: somos un pueblo peregrino llamado a compartir la gloria de los santos, no por nuestras fuerzas, sino porque hemos sido “lavados en la sangre del Cordero”. Se enfatiza la comunión con los santos ya glorificados y el vínculo de esperanza de la Iglesia peregrina con la Jerusalén celestial.
Los textos de la Palabra de Dios que acabamos de leer celebran la plenitud del pueblo de Dios, destacando a los santos que ya gozan de la gloria celestial. Nos invitan a vivir con pureza, misericordia y justicia, manteniendo la esperanza en Cristo, siguiendo el camino de los bienaventurados y confiando en la promesa de vida eterna.
El pasaje del Apocalipsis nos recuerda el final de la historia de todos y cada uno de los cristianos: delante del trono de Dios, cantando su alabanza por los siglos. Es un texto cargado de simbolismo.
En el contexto del Apocalipsis, el número de ciento cuarenta y cuatro mil fieles representa a todo el pueblo de Dios. Es el resultado de multiplicar doce (número de las tribus de Israel, que también significa plenitud) por sí mismo por mil (símbolo de multitud). No debe entenderse como un conteo literal limitado, sino como figura de la plenitud del pueblo de Dios. El sello de Dios en la frente de sus siervos significa que quienes fielmente viven en comunión con Él son reconocidos, protegidos y guardados del juicio que viene. En la tradición patrística, el sello se vincula al Espíritu Santo: el creyente es “sellado con el Espíritu” como garantía de su herencia en Cristo.
Estos cientos cuarenta y cuatro mil son un “núcleo fiel” representativo del pueblo de Dios, pero no excluyente. Luego aparece una “muchedumbre inmensa, que nadie podría contar” de “todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas”. La salvación de Dios trasciende fronteras. Así, los cientos cuarenta y cuatro mil son símbolo de la unidad interna del pueblo y la multitud expresa la amplitud misionera del Evangelio. Esta gran muchedumbre de santos “son los que vienen de la gran tribulación”, de los tiempos de prueba de la Iglesia y de cada creyente, en los que la fe es puesta a prueba, se purifica y fortalece.
San Juan, en su carta, subraya nuestra identidad de hijos de Dios. Esta afirmación es central para la vida cristiana: por el bautismo y la fe participamos de la vida de Dios, de su luz y vivimos con Él íntimamente. No es algo que podemos alcanzar por nuestros méritos o nuestras fuerzas, sino que recibimos por el amor y la gracia de Dios. Esta identidad nos llena de confianza: sabemos que estamos llamados a la semejanza con Cristo. Juan nos eleva hacia la esperanza plena: aunque ya somos hijos de Dios, nuestra transformación final está aún por venir. Cuando Cristo se manifieste plenamente (en su venida gloriosa o nuestra entrada en la gloria), llegaremos a ser semejantes a Él.
El Evangelio de las Bienaventuranzas nos muestra el retrato vivo de los santos. Su vida nos enseña que la felicidad verdadera se mide en la confianza puesta en Dios y en la entrega generosa a los demás. Jesús nos asegura: “Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos”.
Así, la solemnidad de Todos los Santos y el inicio del Mes de la Familia nos llaman a perseverar en la esperanza, a vivir la fe con constancia y a caminar, con los ojos fijos en Cristo, hacia la gloria prometida a los que aman.

(Guía Litúrgica)

“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes” (2 Cor 13, 13) ✍

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