Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

LA PALABRA CADA DÍA

II Domingo de Pascua. Ciclo C. 27 de abril del 2025

Domingo, 27 de abril del 2025

Color: BLANCO

Primera Lectura: Heh 5, 12-16
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles

Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial: 117, 2-4.22-24.25-27a
R/. Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel: eterna es su Misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, los bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Segunda Lectura: Ap 1, 9-11a.12-13.17-19
Lectura del Libro del Apocalipsis

Yo, Juan, su hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: «Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.»
Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete lámparas de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde».

Palabra de Dios

Evangelio: Jn 20, 19-31
Lectura del Santo Evangelio según san Juan

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a Ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: «Paz a Ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; ¡a quienes les perdonen los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a Ustedes». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengan vida en su nombre.

Palabra del Señor


“Paz a ustedes”

Hoy la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia, una festividad instituida por el Papa Juan Pablo II en el año 2000. Se celebra el segundo domingo de Pascua, tal como fue revelado a Santa Faustina Kowalska.
En la primera lectura se describe la vida de la primera comunidad cristiana. Nos presenta cómo los creyentes se dedicaban a recibir las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones, viviendo en unidad y compartiendo todos sus bienes y estando atentos a las necesidades de todos. Es así como esta primera comunidad hacía vida la misericordia de Dios.
En el Salmo se eleva un canto de alabanza y gratitud a Dios por su fidelidad y amor recordándonos que, en medio de la adversidad, siempre nos acompaña la misericordia divina, la cual es nuestra fortaleza.
En el Evangelio, la aparición de Cristo resucitado a sus discípulos les trae gozo y alegría, y sobre todo la paz que viene de Él. Recordemos que Jesús les dijo: "Paz a ustedes", soplando sobre ellos su Espíritu y dándoles autoridad para perdonar los pecados. Así queda constituido el sacramento de la reconciliación, un medio a través del cual se manifiesta la misericordia de Dios. Pero, por otra parte, aquí se nos invita a cultivar la fe y Jesús llama “dichosos” a los que creen sin haber visto. Los apóstoles a los que inicialmente se les apareció Jesús creyeron porque lo vieron a Él. No hay mucho de extraordinario en esto, a no ser la aparición gloriosa de Jesús Resucitado. Lo de mayor relevancia es lo que Jesús le dice a Tomás: “Dichosos los que crean sin haber visto”. Y de eso se trata, de vivir en nuestra vida la fe a la que Cristo nos invita para que seamos “dichosos” y no nos llame incrédulos como a Tomas. Digámosle como el padre del joven que buscaba la ayuda de Jesús: “¡Creo, pero ayuda mi poca fe!” (cfr. Mc 9,24).

(Guía Mensual)

“Jesús, nuestra esperanza, Está vivo” ✍