La República Dominicana asiste a uno de sus momentos más críticos de los últimos años. El deterioro progresivo de los servicios públicos, la falta de gerencia de muchos de los funcionarios públicos y la terquedad del presidente Luis Abinader, que se niega a realizar los necesarios cambios en su gabinete, definitivamente que ha creado la oportunidad para que la oposición vuelva al poder en el 2028.
El nivel de corrupción exhibido por la actual gestión ha dejado claro que este flagelo no es un problema de un partido o de otro, que es más bien sistémico, auspiciado y protegido por un empresariado insaciable, voraz e irresponsable que lo quiere todo (exenciones, subsidios, préstamos del banco del Estado, etc.), y que ha sumido a la politica dominicana en una cultura de engaño al pueblo y de beneficio para ellos. Estas acciones o actuaciones nefastas, nauseabundas niegan los principios ideológicos, morales, y éticos heredados del líder por antonomasia de los perremeistas, el Dr. José Francisco Peña Gómez.
La situación que vive la nación dominicana y la falta de realizaciones tangibles de la actual gestión, ha hecho que la población vea factible la vuelta del boschismo al poder, probablemente considerándolo como un mal menor. No hay que olvidar que como dicen algunos teóricos, la casualidad tiene categoría histórica, pues todos sabemos que la llegada al poder del PRM, no fue otra cosa que fruto de la división del boschismo en dos pedazos, ahora fraccionados en verdes y morados.
La falta de visión del danilismo en el 2020 que, entendió que podía quedarse en el gobierno sin contar con Leonel y probablemente debido a la ceguera que provoca el ejercicio del poder, hizo que el liderazgo del PLD, que en ese momento estaba borrachito de éxitos por haber gobernado por 20 años, se obnubiló y subestimaron y patearon a Leonel para que se fuera, cosa de la cual supongo, se han arrepentido, pues le salió muy caro, a Danilo, a su familia, al PLD y al país.
Esa ceguera hizo que el PLD no observara su desgaste ni el hartazgo que tenía el pueblo, disgusto que muy bien supo canalizar, quien luego se convirtió en la más grande decepción que ha sufrido este pueblo desde la caída de Juan Bosch: la Marcha Verde, que supo encausar ese malestar en favor de Luis Abinader.
Los dominicanos que hoy sufrimos el deterioro de todos los servicios, entiéndase, salud, educación, 9.1.1, el caos en el transporte, la pérdida de empleos fruto de la haitianización acelerada y sin control, junto a la falta de inversión pública, a la carestía de los alimentos, a la ausencia del programa de medicamentos de alto costo, a la falta de circulante, a la inseguridad ciudadana, y a la cacareada corrupción imperante, entre otros males, no le perdonaría a la oposición que, por caprichos personales, estúpidos egos o rebatiñas particulares, permitan que el país siga siendo gobernado por la improvisación que lo está llevando al colapso.
La falta de inversión pública ha afectado significativamente la economía, porque, como decía el doctor Joaquín Balaguer: “si trabaja el albañil y el armador, se beneficia toda la nación”. Pues mientras, por un lado, el gobierno prefiere invertir 27 millones de pesos diarios en publicidad o se regalan caprichosamente bonos y se otorgan pensiones de manera alegre, por otro lado, las escuelas y los hospitales se caen a pedazos sin estructuras adecuadas y sin suministros de material gastables y sin medicinas, o la energía se paga muy cara y casi no llega, para solo poner un par de ejemplos.
La realidad de hoy es que el país necesita un verdadero cambio, no el que se trata de construir de manera cosmética a golpe de publicidad, que muy cara le sale al pueblo que tributa, sino uno que impacte elevando la calidad de vida de los dominicanos de a pie y de clase media.
Todo parece que el cambio que conviene en la coyuntura actual es que Leonel Fernández vuelva al poder, con su experiencia de Estado, con el apoyo que concita en diferentes sectores, con su liderazgo fuerte entre los boschistas, porque como dice el pueblo “la experiencia no se improvisa”. Leonel puede devolverle al pueblo la certeza perdida, la confianza al sector generador de empleos y la esperanza a las clases trabajadoras y humildes de esta nación.
No es falso que el dominicano ha dejado de comer tres veces al día, lo está haciendo dos y a veces una, sin mencionar que es menor la calidad de lo que ingiere, pues se sabe que se ha reducido el consumo de proteínas, por los bajos salarios de la mayoría de los dominicanos, y debido a la falta de apoyo al sector agropecuario que, como en el caso de San Juan, le adeudan dinero a los agricultores de cosechas recibidas a través del INESPRE y a los que dueños de equipos que preparan la tierra, desatención que muestra la indolencia de la actual gestión con el sector agropecuario, lo grande es que, cuando los agricultores creían que con un supuesto programa de apoyo llamado “Plan San Juan”, le iban a socorrer, lo politizaron y le entregaron los recursos a unos pocos, incluyendo a miembros del consejo que lo dirige.
Ante esta realidad, Danilo y su partido deben pensar en el sufrimiento del pueblo, deben demostrar que esta nación realmente le duele y que las penurias de todo un pueblo, son más importantes que su obstinación por cerrarle el paso a un hombre, que hizo todo lo humanamente posible para que él sea presidente en el 2012. Él le debe a la nación dominicana el favor de haberlo hecho presidente por dos periodos, por lo que ahora es a él que le toca hacer lo posible para que este pueblo pare de sufrir.
Danilo tiene que permitir que quien está mejor posicionado, sea quien lleve la candidatura del boschismo opositor, en este caso Leonel Fernández, poniendo de lado su orgullo, las rebatiñas, los odios y los egos, o de lo contrario estará acarreando su partido hasta la tumba, porque al país no le importa los problemas entre él y Leonel, solo sabe que necesita cambiar el estado de cosas en que vive, que le urge un gobierno que resuelva y funcione, porque a los pobres nos está llevando el mismísimo Diablo.