LA PALABRA CADA DÍA
I Semana. Tiempo de Adviento
“Quien se gloría, que se gloríe en el Señor”
Jueves, 1 de diciembre del 2022
Color: MORADO
Primera lectura: Is 26, 1-6
Lectura del Profeta Isaías
Aquel día se cantará este canto en el país de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte; ha puesto el Señor para salvarla murallas y baluartes. Abran las puertas para que, entre el pueblo justo, el que se mantiene fiel; su ánimo está firme para conservar la paz, porque confía en ti. Confíen siempre en el Señor, porque el Señor es la roca perpetua: doblegó a los que habitantes de la altura y a la ciudad elevada; la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó al polvo, y la pisan los pies, los pies del humilde, las pisadas de los pobres».
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 117, 1 y 8-9. 19-21. 25-27a
R/. Bendito el que viene en nombre del Señor
Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de fas hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes. R/.
Ábranme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. R/.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, les bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Evangelio: Mt 7, 21.24-27
Lectura del Santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, bajaron las crecientes, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se cayó, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha mis palabras y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, bajaron las crecientes, soplaron los vientos y rompieron contra la casa; y se hundió totalmente».
Palabra del Señor
“Quien se gloría, que se gloríe en el Señor”
No todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos. No hay que olvidar que hemos iniciado el Tiempo de Adviento. No bastan las lindas palabras, ni acciones impresionantes. Como no bastan las luces bonitas de Navidad para hacer feliz la Navidad. La pertenencia a la Iglesia, la sumisión a Dios, no existen sin el cumplimiento de su voluntad.
Si uno confiesa a Jesús como Señor tiene que ser consecuente y actuar como siervo, aceptando y cumpliendo la voluntad de su Señor. A Dios no se le puede pasar factura por las obras buenas realizadas. Quien se gloría, que se gloríe en el Señor. El verdadero discípulo de Jesús oye su Palabra y la práctica. Jesús no se contenta con ser aceptado como Señor y Maestro, sino que quiere realicemos la voluntad del Padre. No basta rezar, pero hay que rezar. En este Adviento se nos invita a pasar de la oración a la acción.
«Edificar en la arena una casa» (Mt 7,26) es una imagen para describir un comportamiento insensato, que no lleva a ningún resultado y acaba en el fracaso de una vida, después de un esfuerzo largo y penoso para construir algo. “Bene curris, sed extra viam”, decía san Agustín: “corres bien, pero fuera del camino”, podemos traducir. ¡Qué pena llegar sólo hasta ahí: el momento de la prueba, de las tempestades y de las crecidas que necesariamente contiene nuestra vida!
El Señor quiere enseñarnos a poner un fundamento sólido, cuyo cimiento proviene del esfuerzo por poner en práctica sus enseñanzas, viviéndolas cada día en medio de los pequeños problemas. Nuestras resoluciones diarias de vivir la enseñanza del Cristo deben así acabar en resultados concretos, pero de los cuales podamos obtener alegría y agradecimiento en el momento del examen de nuestra conciencia, por la noche. La alegría de haber obtenido una pequeña victoria sobre nosotros mismos es un entrenamiento para otras batallas, y la fuerza no nos faltará —con la gracia de Dios— para perseverar hasta el fin.
Preparar el camino del Señor significa contemplar la voluntad de Dios en la oración para luego hacer que esta voluntad sea el motor de todas mis acciones. Hoy encontramos algunas personas que dicen: yo soy creyente… pero no practicante. Yo creo en Dios… pero no en los curas. Es verdad que hay muchas maneras de creer, pero ninguna sin esfuerzo. ¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras?… Así la fe, si no tiene obras, es de suyo muerta (Stgo 2,14.17). Hay que creer en Dios.
(Guía Mensual)
“Que el Dios de la vida y dador de vida te cubra con su alegría y con su paz”✍