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Yo soy amigo por igual
del afortunado y del mendigo;
admiro las olas del mar,
al ser austero y su postigo.
Soy amigo del níveo acaudalado,
y del infeliz que abriga su miseria,
de todos los humanos aparcado,
en el mástil de la vida y su laceria.
Amo a todos los seres humanos,
a los portentosos y al vulnerable,
pues esta vida que tanto amamos,
es pulsión de muerte inexorable.
Es pulsión de muerte inexorable
y materia de destinos funerales,
extingue el valor de lo tangible;
pues la muerte nos hace iguales.
La vanidad es mueca de ironía,
la riqueza material se termina
con la ínfula de la parca un día;
mas, sólo una huerta germina.
La huerta de la solidaridad
regada en el estro de lo humano;
la equidad social y la lealtad,
que cultivamos en el hermano.
Ocurridas las 24 horas de la muerte,
da igual la fantasía del suntuoso funeral,
que el llanto triste del pobre doliente,
que enjuga sus lágrimas y estruja su mal.
Porque sólo la muerte es inexorable,
la vida designio de materias funerales,
donde adquiere primacía lo intangible: