LA PALABRA CADA DÍA
XXXI Semana. Tiempo Ordinario
"Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”
Lunes, 4 de noviembre del 2024
Color: BLANCO
Primera lectura: Fil 2,1-4
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses
Hermanos: Si quieren darme el consuelo de Cristo y aliviarme con su amor, si nos une el mismo Espíritu y tienen entrañas compasivas, denme esta gran alegría: manténganse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obren por rivalidad ni por ostentación, déjense guiar por la humildad y consideren siempre superiores a los demás. No se encierren en sus intereses, sino busquen todos el interés de los demás.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: 130,1.2.3
R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad. R/.
Yo acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. R/.
Espera Israel en el Señor ahora y por siempre. R/.
Evangelio: Lc 14,12-14
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos»”.
Palabra del Señor
"Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”
Cuando nos dejamos encontrar por Cristo y nos dejamos transformar por su amor, se produce en nosotros una nueva forma de vivir. Ya no somos los mismos. Ya no somos igual que antes. Las lecturas de hoy son una clara invitación a vivir unidos como hermanos “de acuerdo a un mismo amor y un mismo sentir” (Fil 2,2b). Las rivalidades y ostentación están llamadas a dar paso a la humildad en nuestro trato con los demás, así se cumple la antífona que acompaña al salmo para hoy: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”.
Así mismo, el Evangelio, es una invitación al desprendimiento y a la generosidad, pero sobre todo es una muy buena ocasión para que cada uno de nosotros nos preguntemos acerca de la motivación, el interés o lo que buscamos con lo que hacemos. El Evangelio será siempre una invitación para dar lo que se tiene. Pero no solamente eso, sino también será una continua invitación a darnos a los demás.
La vida cristiana es una constante entrega a la vida de los demás, porque es ahí donde descubrimos la verdadera felicidad que nos permite experimentar el paso de Dios en nosotros. Y ese es el llamado que recibimos en el Evangelio de hoy: una invitación a vivir la generosidad y la entrega a los demás; porque fácilmente nos rodeamos de aquellos que nos dan la razón siempre, a los que les gusta lo que hacemos; a los que nos llenan los oídos de piropos y buenas palabras; y caemos entonces en la tentación de centrarnos en nosotros mismos y sentirnos superiores.
En Evangelio se nos interpela para vivir esa generosidad y desprendimiento a los demás. Jesús nos invita hoy a vivir esa generosidad que no se mide por la cantidad de dinero que doy, sino por la cantidad de mí que entrego; porque la generosidad es una cualidad de mi corazón y no una cantidad de mi cuenta bancaria.
Es un desafío para que dejemos atrás los prejuicios que otorgan un mayor valor a las personas que cuentan con un mayor crédito económico, excluyendo a aquellas que carecen de los medios para hacerse reconocer de bancos, empresas e instituciones.
Como cristianos debemos saber que lo único que incrementa nuestro inmenso valor como seres humanos es la capacidad de solidarizarnos con quienes han sido despojados de su dignidad humana.
Que el Señor nos dé un corazón generoso y compasivo que sepa acoger a los pobres y necesitados y humildad suficiente para no ser ostentoso con el desvalido. Pidámoslo todos juntos en nuestra oración familiar de hoy del Padre Nuestro. Así sea.
(Guía Mensual)
“Que el Dios de la vida y dador de vida te cubra con su alegría y con su paz”✍