LA PALABRA DEL DOMINGO
XXXII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo B.
Domingo, 10 de noviembre del 2024. IV Semana
Color: VERDE
Primera Lectura: I Re 17,10-16
Lectura del Primer Libro de los Reyes
En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: —«Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: —«Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: —«Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: —«No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.”» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial: 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R/
Segunda Lectura: Heb 9,24-28
Lectura de la Carta a los Hebreos
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres —imagen del auténtico—, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces —como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, Cristo tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo—.
De hecho, él se ha manifestado una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. El destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar definitivamente a los que lo esperan.
Palabra de Dios
Evangelio: Mc 12,38-44
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor
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“¡Jesús siempre está cerca de los pobres!”
El Evangelio que hoy se proclama es uno de los más sencillos y a la vez más cargado de ternura. En él, es interesante ver la actitud que toma Jesús. A veces la vida nos pasa como un torbellino y no nos damos el tiempo para observar y contemplar lo que sucede a nuestro alrededor.
Jesús observa lo que ocurre en el templo. Lo que acontece no es algo que sea fuera de lo común; sin embargo, el rito de llevar las ofrendas al templo es cumplir con la ley, un signo que podría ser muy vanidoso y donde los que poseían más llevaban cuantiosas ofrendas para que el resto mirara lo que ellos hacían.
Es aquí donde Jesús coloca su mirada: en una pobre viuda. Ser mujer en este contexto y más aún ser viuda la colocaba en el último escalafón de la sociedad. Aquella mujer pasaba desapercibida en medio de la multitud. La mujer echó dos moneditas de muy poco valor. -Jesús debió haber estado muy cerca de esta mujer para darse cuenta que solo echó “dos reales”. ¡Jesús siempre está cerca de los pobres!
Jesús nos invita a preguntarnos: ¿dónde situamos hoy nuestra mirada? ¿De quién nos admiramos? ¿A qué cosas le damos valor?
Jesús, luego de mirar el gesto de aquella viuda, tomando conciencia de su pobreza y la donación total de su ofrenda, les dice a los discípulos: "Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir". ¡No tenía nada más y dio todos sus recursos!
Desde aquí nuevamente Jesús nos exhorta a preguntarnos: ¿Hacemos de nuestra vida una donación total, poniendo todas nuestras capacidades y habilidades, todo nuestro ser en la construcción del reino construyendo una mejor familia para la sociedad?
Hoy aprendemos que, a los ojos de Jesús, el monto de lo que se ofrece en la limosna no cuenta, sino lo que este significa en desprendimiento y generosidad. El amor es el que hace importante lo pequeño. Al Señor le agradan los gestos, los pequeños detalles, como que vayamos a saludarle al entrar a una Iglesia o pasar frente a ella, como también el esfuerzo para llegar puntuales a la misa, a guardar recogimiento al estar en su presencia, orar en familia para fomentar la unidad entre sus miembros… ¡rezar y meditar juntos todos los días la oración del Padre Nuestro que Cristo nos enseñó! Así de sencillo ejercitamos el apostolado de las cosas pequeñas. Insistimos: rezar juntos, en familia, el Padre Nuestro todos los días no cuesta nada, pero vale mucho para nosotros mismos, para nuestra familia, para nuestra Iglesia, para nuestra sociedad.
(Guía Litúrgica)
“Que la gracia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, el Señor y la fuerza del Espíritu Santo inunden la vida de cada uno de nosotros”✍
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